miércoles, julio 29, 2009

A LA ABUELA, 25 AÑOS DESPUÉS


Llegó un julio cualquiera de un año que se pierde en el hilo de los días. Y se nos fue un agosto cuando aún su fogón estaba encendido para madrugar confituras que repartía a todos los transeúntes. Su tiempo no lleva las cuentas del calendario, porque existió mucho antes de ese julio y permanece después de aquel agosto, en cada flor de baile que desviste su corazón de luz a las noches de menguante.

Se sabía el lenguaje de todo lo vivo. Las ciruelas nacían al arrullo de su voz y los azahares echaban al vuelo sus perfumes con sola verla en el dintel de un patio sin casa. Llenaba los azafates de los hijos con panes de maíz aliñados con las gotas de su corazón. Y conocía la virtud sanadora de todas las hierbas, que ofrendaba en guarapos para calmar toda sed y toda pena.

Parió hijos como quien pare tesoros que le entregó a la vida, prendida de sus solapas sus lecciones de coraje, de valor, de entereza y sobre todo de amor. Hizo florecer todas las sequías que se le inscrustaron en sus días, haciendo milagros con la panela, con la corteza dura de los panes, con el dedal de café que calmaba el hambre y saciaba la sed.

De su fogón salían los manjares más deliciosos, aunque no tuviera a su alcance más que la ternura que le brotaba de sus dedos y la mano con la cual aquella paleta de madera iba cuajando los caldos.

No conocí cielo más claro que aquel que destilaban sus ojos tristes. Ni un regazo más cálido que aquel donde pastaban sus sueños todos los niños que pasaron por sus solares descubiertos.

Cuando venía cargada con sus jobos y sus mangos, sus pomarrosas y sus ciruelas, el mundo parecía estallar en los colores de su risa y en el calor de sus abrazos.

Toda su angustia la envolvía en el pañuelito blanco que arrugaba en aquel boquete de su delantal, en el cual guardaba las penas y las trasmutaba en alegrías.

Nunca partió, sino que se fue en busca de Marcos y de Rafael. Y siempre regresa con su aluvión de flores de bailes a quitarnos la tristeza de encima y a regalarnos el don franco de su sabiduría.

Y en este julio y en este agosto, que traía las penas del abril que se nos llevó a Chilita, ha regresado más aromada que nunca, a seguir velando por los niños sin regazo y por los hijos que parió envueltos en hojitas de yerbaluisa y guayaba, con la ilusión de que pasemos ilesos de corazón por este duro vivir.



Regresas cada julio
ataviada de noche
con tu aroma de flor
y tu corazón de baile
esparciendo golosinas
de pomarrosa y hierbaluisa
a los atardeceres sin luz

Con tus manos encantadas
húmedas aún de bálsamos
y viandas rehaces cada nicho
para depositar en ellos
tus florerías de amor

Luego vuelves silenciosa
al manantial de las madrugadas
donde se nutre tu savia enamorada
de las circunvalaciones de la miel
en los gajitos de los girasoles
hasta completar el ciclo que va
de tu regazo al recinto boreal
de tu ternura tendida en el azafate
aliñado de tus bendiciones

ms / 30 de julio del 2007


Nunca supo la hondura de la ausencia
que dejó aquel agosto de penumbras
porque ocupaba su tiempo
en macerar hierbas para mágicos brebajes
en aliñar los días con la sazón de sus pasos
en preparar viandas que repartía en todos
los vecindarios que le cabían en el corazón

Experta en el arte de las confituras
convertía la piel de las toronjas en un
derroche de mieles
y procesaba pacientemente el aromado
equipaje de las guayabas hasta convertirlas
en un río de azúcares que tomaba por asalto
los techos las paredes el fogón
hasta que la larga paleta de madera
cumplía sus labores de cuajar
aquel hervor en generosa ofrenda
de conservitas que ofrecía a los
visitantes que se detenían en el umbral
de su memoria

Conocía mejor que nadie la ciencia
del maíz de donde emergían empanadas
rellenas de un guiso de amor cuya receta
quedó estampada en la mazorca que
desgranaba como un ritual de madrugada

Guardaba celosamente en el costado
de su vestido un diminuto pañuelo
capaz de escanciar todas las lágrimas
y que cuando lo desenvolvía dejaba salir
de sus pliegues cantos de pájaros
y cuentos de aparecidos que a veces emergían
en las calles de su barrio

Aprendió del maestro esteban el oficio de albañil
y del primer amasijo de barro fue haciendo
florecer una casa de tantos cuartos como
niños iban llegando a su regazo
nunca faltó el guarapo que mitigaba las carencias
ni el mango maduro que destilaba
sus dulces hilachas entre los mordiscos
que lo devoraban

Tenía el don de la alegría construido
sobre las más terribles de las tristezas
un día se le fue marcos cuando apenas iniciaba
su travesía por los sacos de samán
y luego se le fue rafael el mayor de todos
cuando el frágil andamiaje que lo sostenía
alzó vuelo con su sonrisa de niño a cuestas

Sobrevivió tantas batallas anónimas
que sería imposible enumerarlas
pero su rostro jamás cambió su temple
porque en el anverso de sus manos
cabían todas las caricias

Se nos fue un agosto que jamás ha terminado
y sin embargo regresa cada mayo
a encender las catedrales de luz dondequiera
que estemos y vuelve cada julio a inundar
los anocheceres con su aroma de espigas solares
y entonces es como si renaciera la vida
en el polen que da cuenta de la eternidad
como si de nuevo pudiésemos cobijarnos
en su regazo de azahares a deletrear el futuro
que nos regala cada vez que en las madrugadas
se encienden las lámparas de tierra


ms / 08 de agosto del 2007

Johann Sebastian Bach
Ofrenda musical
http://historiactualdos.googlepages.com/bach-bwv1079-ricercar3-breemer.wma

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que Homenaje tan hermoso a la abuela.