martes, octubre 18, 2016

LOS MURALES DE MATEO MANAURE EN LA UCV



ALGUNOS DE LOS MURALES DE MATEO MANAURE
EN LA UNIVERSIDAD CENTRAL DE VENEZUELA

Personajes como Mateo Manaure no cumplen años. El tiempo es un dispositivo móvil incapaz de determinar lo que ocurre en sus intervalos. Cuando en su interior recorre una fuerza creadora de dimensiones como las de Mateo, su creciente traspasa los calendarios. Y se extiende hacia un vivir sin anales.



Tal vez le venga de sus orígenes en Uracoa. De la reciedumbre de su madre. De su empeño en absorber todos los colores de la naturaleza. De sus ansias de viajar y constatar. De su regreso a las aguas y a las luciérnagas. A su compromiso con el hombre y su historia, sus suelos y su gente.




El resultado fue un aluvión de creación, que recorrió muchos cauces y senderos con un pincel fulgurante de colores y de estremecimientos. Y dentro de su vasta obra hay que mencionar de manera muy especial las que dejó sembradas en la Universidad Central de Venezuela.



A Mateo Manaure le correspondió diseñar el mayor número de las obras que hacen de la UCV un espacio para el porvenir de un hombre comprometido con la luz y la creación. Hoy lamentablemente, no se puede decir que sea así.  Esas nuevas formas creativas que llenaron el recinto universitario, eran y siguen siendo una invitación a conformar un pensamiento, una ciencia y un arte nuevos. Por donde pasara el visitante o residente de esos mágicos espacios podía detenerse a ver propuestas que no eran ajenas en absoluto a su hacer y pensar.



Se levantan como una invitación abierta a la creación en todas sus posibilidades. Nunca fueron concebidas como un adorno, sino como una provocación, un llamado a hacer lo mismo a partir del instrumental del que se dispusiera. Y a Mateo Manaure le tocó hacer en gran medida ese aporte, acompañado de creadores extraordinarios que dejan un legado que ni la violencia, ni la apatía, ni el silencio, ni la condescendencia, ni la negación, podrán reemplazar. Junto a él estuvieron entre otros Armando Barrios, Alirio  Oramas, Fernando Leger, Victor Vasarely, Oswaldo Vigas, Carlos González Bogen, Pascual Navarro, Francisco Narvaez.




Todas esas obras conforman una escritura porvenirista, tallada en mosaicos, colores, simetrías y asimetrías, elipsis, círculos, módulos que se mueven con el solo mirarlos. Líneas rectas como árboles tallados en la memoria.  Curvaturas que dan la dimensión del universo. Espejos de un país sin mordeduras.



Pero, como tantos otros, en tiempos en los cuales estos valores pasan a ser desplazados por los horrores de la sobrevivencia, y la más absoluta minimización de la vida como el arte mayor por excelencia, Mateo Manaure es un olvidado más.



Como si se pudiera dejar de advertir que lo que destila en todas sus expresiones es su amor a la tierra, al hombre, al porvenir. Debería bastar su luz para iluminar las dimensiones mágicas de esta tierra hoy destrozada,  sobre la que sobrevivimos hoy como oscuras sombras de vidas inexistentes.


mery sananes
18 octubre 2016



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